En la oscuridad me serví de mis manos para guiarme por su cuerpo desnudo. Al abrazarnos soñé con permanecer ahí hasta el amanecer. Era un momento mágico.
Lo sigue siendo. Lo es a diario porque a sabiendas de que no conseguiremos nuestro objetivo, cada noche continuamos intentando alcanzarlo. Quién sabe. Quizás un día el imposible se convierta en poco probable y nuestro sueños encuentren un resquicio por el que adentrarse en la realidad.