Silencio. Ocupo la mitad de una inmensa cama instalada en una habitación doble dentro de un hotel que inauguran en un par de días. Oscuridad. Son las tres menos diez de la madrugada. No hace mucho que he terminado con mi bourbon con cola (algo extraño entre semana) y he subido a la habitación a escribir algo. Soledad. No. No hablo de sentirse solo porque apenas ‘ocupe’ una mínima parte de los metros cuadrados a los que accedo a través de un tarjeta personalizada con mi nombre y protagonizada por un pájaro carpintero. No. Hablo de hallarse descolocado porque no hago lo que debería estar haciendo, porque me escondo bajo la falsa fachada de viajes relámpagos a hoteles de cuatro y cinco estrellas, hoteles que descritos con mis palabras parecen todavía más fastuosos. Hay algo que no funciona.
en medio de tanto silencio me taladra el sonido del vacio…
… cierro los ojos y el reflejo de la oscuridad me atraviesa las pupilas.